jueves, 18 de febrero de 2010

Maria José Hernández Hernández

LAS LEYENDAS DEL ESTADO DE PUEBLA


Fundación de Puebla, Ciudad de Ángeles. Cuenta la leyenda que Fray Julián Garcés, Arzobispo de la diócesis de Tlaxcala, soñó en vísperas del día de San Miguel, el 28 de Septiembre de 1530, con un campo lleno de flores y manantiales, hermoso lugar donde podrían habitar los mismos ángeles, quienes en su sueño, le mostraron la ubicación. Comentó en varias ocasiones con sus compañeros franciscanos el sueño y surge entre ellos la idea de localizarlo. Uno de los principales promotores es Fray Toribio de Benavente, originario de San Miguel Extremadura, España, quien creía que era una señal del cielo para fundar una ciudad para españoles trabajadores. El padre general de la orden Fray Francisco de los Ángeles Quiñones y el fundador de la orden, Fray Francisco de Asís, establecieron en el siglo XIII que en la orden franciscana eran devotos de San Miguel y de los Ángeles, Esto se refiere en aquella solemne misa de la fundación de la ciudad, el 16 de abril de 1531. Incluso cuando se decide cambiar a la ciudad al otro lado del río, se escoge para la segunda fundación el día 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, con el fin de que esté presente. A partir de entonces, se crean una serie de leyendas donde los ángeles están presentes.El escudo de armas de la ciudad es otorgado por el Rey de España Carlos V, en 1538, y quiso que estuvieran presentes sus letras iníciales, “K, V”, ya que por el origen austriaco del Rey inicia su nombre "Karolus V" con esta letra. Además pide que se ponga una cartela con fondo rojo y letras doradas con el salmo 91 versículo 11, que dice: “Dios mandó a sus Ángeles que te custodien en todos tus caminos”

La Campana Santa María. Se sabe que la Catedral de Puebla fue consagrada el 18 de Abril de 1649, por Juan de Palafox y Mendoza, pero sus torres fueron hechas mucho tiempo después. En 1678 comienza a construirse la torre norte, y cuando está terminada, se dispone a ponerle campanas. Una es de la vieja catedral, otras nuevas que se hicieron para tal ocasión, también se decide fabricar una campana mayor, que no funciona para los fines propuestos y por tal se tiene que destruir, y al volverla a hacer, se obtiene una pieza de casi nueve toneladas. Es en extremo pesada para los recursos con los que se contaba entonces, por lo que se dificulta su colocación en el campanario, ubicado en la torre de 73 metros de altura. En varios días no pudieron siquiera subirla. Cuenta la leyenda que una de esas noches, estando la ciudad dormida, los Ángeles bajaron del cielo, levantaron la campana y la colocaron en el lugar que le correspondía. El guardia nocturno de la construcción se quedó dormido hasta la mañana siguiente, y cuando despertó escuchó que los trabajadores al llegar por la mañana comentaban que no podían encontrar la campana. Para su sorpresa, durante la búsqueda, lograron verla ya colocada en la torre. Entonces, el guardia al recordar, les contó que en sus sueños vio como dos ángeles descendían del cielo, tomaban la campana y la elevaban hasta colocarla en su lugar en la torre. A esta Campana se le dio el nombre de María, porque con ella se Saluda a la Virgen María tocando el “Angelus” a las 12 del día y a las 6 de la tarde.

La China Poblana. Cuenta la leyenda, que durante la colonia en México, el virrey de la Nueva España, Marques de Gálvez, hizo traer desde Filipinas a una esclava para su servicio personal. El nombre de esta niña era Mirra, hija de un rey mogol, que había tenido que dejar su ciudad y buscar refugio, pero poco después fue raptada en la India por unos piratas portugueses traficantes de esclavos y llevada a Cochin, al sur de este país. Aquí pudo escapar de sus raptores y se refugió en una Misión Jesuita, donde fue acogida y bautizada con el nombre de Catarina de San Juan. Desafortunadamente para Mirra, años más tarde los piratas la encontraron y la raptaron nuevamente, llevándola con ellos a Manila, donde la vendieron al mercader quien la llevó a la Nueva España. Sin embargo, al desembarcar en el puerto de Acapulco, se duce que el mercader encontró un mejor postor, quien le ofreció diez veces el precio ofrecido por el Virrey. Otros dicen que cumplió un pedido anterior. Se trataba del poblano Miguel de Sosa, quien la llevó a Puebla para su servicio. El matrimonio de Miguel de Sosa no tenía hijos y adoptaron a Catarina como hija, pero no perdió su condición de esclava. En ese entonces se usaba decirle a la servidumbre femenina “china” por lo que así es como la gente le llamaba. Sin embargo, aprendió a hablar el idioma español, aprendió a confeccionar, a cocinar, pero nunca aprendió a leer ni a escribir. Vestía al estilo que utilizaba en su tierra natal y fue esto parte del origen de la leyenda, el vestido de “La China Poblana”. A pocos años de su llegada, Miguel de Sosa murió y dejó indicaciones en su testamento de dejar en libertad a Catarina, pero no heredó, por lo que se fue acogida por el clérigo Pedro Suárez. Se dice que poco después comenzó a tener visiones de la Virgen María y el Niño Jesús. Decía que jugaba al escondite con el niño Jesús y que podía ver a los ángeles. En un principio se consideró que estaba perdiendo la cordura, pero con el paso del tiempo, la gente comenzó a respetarla y hasta a ser venerada. Comenzó a ser vista como una profetisa por mucha gente, incluyendo al obispo y a los sacristanes de la Compañía de Jesús. El 5 de Enero de 1688 fallece, a la edad de 82 años. Mucha gente acudió a su velorio. Fue sepultada en la sacristía de la Compañía de Jesús donde aún se conservan sus restos.

El Callejón del Muerto. Corría el año 1785, en la colonial Ciudad de Puebla de los Ángeles. Doña Juliana Domínguez, esposa de Don Anastasio Priego, propietarios del “Mesón del Priego”, comenzó con el trabajo de parto y era necesario ir por Doña Simonita, la partera que ayudaría a la llegada del nuevo miembro de la familia. Era una noche lluviosa, pero Don Anastasio sin pensarlo, recogió su capa y su sombrero, dando órdenes a la servidumbre de preparar lo necesario para el alumbramiento, salió solo, a pesar del ofrecimiento de sus ayudantes de acompañarlo, a sabiendas de que la madrugada era propicia para asaltos, y así, se dirigió hacia el barrio de Analco. Caminaba por lo obscuro de las calles alumbrándose con una lámpara de aceite, cuando de repente, en un callejón, frente a él apareció un hombre que de inmediato desenvainó y apoyó su espada en su abdomen y, amenazándolo le exigió el oro, o a cambio tomaría su vida. Don Anastasio, hábil espadachín reaccionó de inmediato, dando un salto y desenvainando al mismo tiempo, por lo que cuando el asaltante se dio cuenta, ya le había hundido su espada en el pecho, cayendo muerto de inmediato. Por la prisa, Don Anastasio corrió hasta donde vivía Doña Simonita y en pocos minutos salieron hacia la casona para atender a Doña Juliana, tomando otro camino para evitar pasar por donde había tenido el altercado.
Poco después, recibieron a dos hermosos gemelos. Al término del trabajo, Don Anastasio llevó de regreso a su casa a la partera y, al pasar por el lugar donde intentaron asaltarlo, vieron a un grupo de curiosos que rodeaba el cuerpo y oraba por el alma de aquel desgraciado. A partir de ese día, la gente comenzó a llamar al antiguo Callejón de Yllescas ubicado en la calle 12 Sur, entre las calles de la 3 y la 5 Oriente “El Callejón del Muerto” por el evento ahí suscitado, además de que todo aquel que pasaba de noche por ahí, veía al difunto asaltante penando, motivo por el cual, un vecino del lugar mandó a hacer misas para el descanso de aquella alma. Tiempo después, en la Parroquia de Analco, el padre Panchito, llamado así cariñosamente por la comunidad, se retiraba junto con el sacristán, que estaba por cerrar, cuando se le acercó un hombre que le pidió lo confesara, ya que tenía una pena muy grande que no lo dejaba; por tal motivo el padre pidió al sacristán no cerrar aún, porque iría con este hombre al confesionario. Sin embargo, pasó el tiempo y el padre y aquel hombre no salían, el sacristán preocupado entró a buscarlos pero no pudo encontrarlos. Cerró y al día siguiente a las 7 de la mañana, hora de la primera misa el padre no acudió como acostumbraba. Preocupado, el sacristán acudió a la casa del padre encontrándolo muy enfermo, estaba confuso y muy alterado porque “había confesado a un hombre muerto”, y al darle la absolución, lo vio desaparecer. Al día siguiente, el padre Panchito dejó de existir debido al impacto de haber hablado con alguien que no era de este mundo. Se dice que el alma de ese hombre dejó de penar debido a la absolución y desde entonces, ya no se volvió a ver a aquella silueta en aquel callejón, que a pesar del tiempo se le siguió llamando “El Callejón del Muerto”.

La Leyenda de los Túneles de Puebla. Se dice mucho acerca de ellos, pero no se sabe con certeza si existieron alguna vez. Hay quien asegura que fueron construidos por los franceses durante la invasión a México, entre 1862 y 1867, pero otros afirman que ya existían antes de su llegada. Según los relatos, los túneles se conectan entre si desde la Catedral hacia varios puntos estratégicos, como el Convento del Carmen, y un segundo túnel hacia El Cerro de San Juan, pasando por el convento de San Agustín, llegando a la Iglesia del Cielo, hoy Cerro de La Paz; un tercero hacia el convento de San Antonio y el convento de Nuestra Señora de la Merced, hasta llegar al Cerro de Loreto. Otro más que salía del antiguo convento de San Francisco, pasando por la Casa de los Muñecos y llegando al Colegio del Espíritu Santo y a la casona que perteneció a quien Mató al Animal. Lo cierto es que actualmente no hay salida hacia ellos, están identificados pero no hay acceso. Fueron tapados debido a la generación de plagas como ratas y a los malos olores que provenían de su interior, y que al final se percibían en los edificios y en las calles. Sería muy interesante que si realmente existen, se pudiera tener acceso a ellos como en algunas ciudades europeas, convirtiendo esa parte no bien conocida, de la historia de esta ciudad, en un atractivo turístico que conlleva al misterio de lo que no está registrado en los libros, y que ha pasado como historia contada de generación en generación.

La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Esta leyenda nos narra un hecho ocurrido en el tiempo en que los aztecas poblaban el valle de México, dominaban y subyugaban a los pueblos vecinos, a los cuales mantenían oprimidos y con pago de fuertes tributos. Esta es la razón por la cual se inició la guerra entre los aztecas y los tlaxcaltecas, ya que estos últimos, cansados decidieron liberarse de tal opresión. No es una leyenda colonial, ni tampoco de la ciudad de Puebla, en realidad se cuenta que sucedió en la mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles, pero se ha contado por generaciones en toda la región de México, Puebla y Tlaxcala. Por tal razón merece ser contada. Resulta que la hija del cacique tlaxcalteca, llamada Iztaccíhuatl, estaba enamorada de uno de los jóvenes guerreros de su padre. Era tan grande su amor, y con la obligación de ir a la guerra, que el joven pidió la mano de la princesa antes de partir, para que en el caso de regresar victorioso, pudiera de inmediato casarse con ella. El cacique aceptó y concedió la mano de su hija, para cuando regresara Popocatépetl, que este era el nombre del valiente joven, y se celebraría la boda. Así pues, partió Popocatépetl hacia la guerra con hombres y armas, para luchar por la libertad de su pueblo contra los aztecas. Resulta que después de cierto tiempo, otro joven, que también estaba enamorado de la princesa Iztaccíhuatl, y que regresó al pueblo antes de terminar la guerra, le informó falsamente al cacique que Popocatépetl había muerto en batalla. La princesa escuchó esta conversación, y a partir de entonces, lloraba amargamente la muerte de su amado, hasta que al poco tiempo, murió por la tristeza que no pudo superar. Al terminar la guerra, tal como lo había prometido, Popocatépetl regresó triunfante solo para enterarse de la reciente muerte de su amada. Ya no tenían sentido las promesas del cacique, pues el principal motivo de su lucha había desaparecido. Decidió honrar a su amada haciendo una tumba muy particular: veinte mil hombres construyeron un gran cerro frente al sol, para que permaneciera en la memoria de las siguientes generaciones, a donde él mismo llevó el cuerpo sin vida para depositarlo en la cima. Le dio un beso y con una antorcha en la mano, se arrodilló junto a ella, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y así, con el paso del tiempo, se convirtieron en los volcanes que ahora podemos apreciar desde la ciudad de Puebla. Así permanecen eternamente los enamorados, y de vez en cuando, Popocatépetl, al recordar el amor de Iztaccíhuatl, hace temblar la tierra y su antorcha revive el fuego de su corazón, cuyo humo de tristeza brota y puede verse desde muy lejos. A partir de entonces, y hasta poco antes de la llegada de los españoles, las doncellas muertas de amores desdichados fueron enterradas en las faldas del volcán Iztaccíhuatl. Por cierto, aquel hombre que por cobardía decidió reportar a Popocatépetl como caído en batalla, no pudo soportar el cargo de conciencia por haber desatado tan terrible tragedia, y tomó camino fuera de su pueblo, para morir solo y desorientado. Su cuerpo fue también cubierto por la nieve, convirtiéndose con el tiempo en volcán para permanecer siempre observando a quienes quiso separar, convirtiéndose en el volcán Citlaltépetl, que significa “Cerro de la Estrella” y que hoy se conoce como el Pico de Orizaba. El valle de Puebla se encuentra ubicado precisamente entre estos tres volcanes. Las leyendas de Puebla son muy importantes, y nos sirven para saber el pasado entender el presente y planear mejor el futuro. Las leyendas del estado de Puebla son de ayuda para el atractivo de la cuidad. Todos los poblanos deberíamos sabérnoslas pero desgraciadamente por el desinterés, o por la ignorancia cuando alguna persona viene al estado y no sabemos como explicar esos detalles hacemos quedar "mal al estado".

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